La Antártida oculta su verdadera belleza detrás de una tremenda colección de superlativos. El más frío, el más blanco, el más desierto, el más virgen,... Pero hay algo en su aire que es inexplicable, una presencia que hace palpable, real, esa grandeza superlativa. Y al mismo tiempo diminuto al hombre que la percibe.
Hasta principios del Siglo XVIII ningún hombre se había atrevido a viajar tan al Sur y aún hasta el siglo XIX no se producen las primeras expediciones documentadas. Se trata del último Continente que el hombre descubrió en su propio planeta. Ni siquiera han pasado doscientos años. Antes de aquello, lo conocido por los navegantes era el Polo Norte, el Ártico -aquello que está en el norte, bajo la Osa Menor, bajo el "Arktus"-. Así, cuando a mediados del siglo XIX hubo por vez primera conciencia de que un nuevo Continente existía al Sur de la Tierra, en un lugar remoto, no debió ofrecer mayor interés a los ojos de quienes lo vieron por vez primera. Y lo denominaron Antártico, o sea, lo contrario del Ártico, el "anti-artico".
La superficie de la Antártida, con sus hielos perimetrales, es tres veces mayor que la de Europa. La población (científicos en un centenar de Bases de unos veinte países) no supera los 1.000 habitantes en invierno, incrementándose hasta los 10.000 durante los cuatro meses de verano austral. En el verano austral 2008/2009 pude ser uno de ellos. Y estas son las fotografías que logré hacer.
Héctor Garrido